A la rinitis alérgica solemos relacionarla con la llegada de estaciones como la primavera, el verano o el otoño, que inducen al pasto, la maleza, las flores o los árboles, a liberar granitos de polen que terminan en nuestra nariz o garganta, produciéndonos lo que conocemos como rinitis alérgica.
Pero, existen otros alérgenos que motivan este trastorno nasal y que están presenten en todas las estaciones del año, como: heces de los ácaros del polvo, ácaros del polvo, hongos de la casa, cucarachas y caspa o proteínas de animales, entre otros.
Métodos eficaces contra los síntomas de la rinitis alérgica
Vamos a hacer una revisión de los tratamientos más usados para contrarrestar los síntomas de la rinitis alérgica. Estos tratamientos deben ser siempre prescritos y supervisados por nuestro profesional sanitario de confianza, quien tendrá en cuenta factores como: si tomamos otros medicamentos o complementos alimenticios, si padecemos alguna enfermedad, si somos alérgicos a alguna sustancia particular, etc…
Tanto si ya sufrimos los síntomas de la rinitis alérgica como si aún no nos han alcanzado, existen varios mecanismos de prevención a nuestro alcance, tanto para paliar los síntomas como para evitarlos.
Pero, cuando los métodos preventivos no son suficientes, podemos echar mano de varios tratamientos efectivos, como:
Soluciones salinas intranasales: nos ayudarán a mover la secreción espesa y a hidratar la mucosa. Limpian los residuos de alérgeno que quedan en nuestros conductos nasales (espacios abiertos detrás de la nariz) y alivian los síntomas, previniendo infecciones. Se trata de una terapia complementaria que también es útil para absorber mejor las medicinas y reducir las costras intranasales.
La función de nuestros mocos es la de atrapar bacterias, virus, polvo y otras sustancias para que el aire llegue limpio a los pulmones. Si lavamos nuestra cavidad nasal, fluidificamos el moco facilitando su evacuación. Pero no debemos utilizarlos más de 2/3 veces al día, pues podemos irritar la mucosa e impedir que se regenere, ni tampoco debemos usarlas si nuestras fosas nasales están bloqueadas.
Esta solución puede viajar hacia la faringe o hacia la fosa contralateral, dependiendo de la posición en que apliquemos la solución o de cómo ladeemos la cabeza.
Si no la introducimos correctamente podemos trasladar el moco hacia el oído y provocarnos dolor (otalgia) o infección (otitis) por lo que, si no hemos recibido consejo de nuestro profesional sanitario de confianza sobre la manera más correcta de realizar esta limpieza, lo mejor es hacerla con la cabeza recta, y asegurarnos de que la solución no se desplaza a los oídos.
Existen dos tipos de soluciones salinas:
Las soluciones isotónicas: aquellas cuya concentración de sales es parecida a la de los fluidos de nuestro organismo, como el suero fisiológico. Funcionan desplazando el moco para que se regenere y que no se acumule.
Las soluciones hipertónicas: contienen una concentración salina más alta, parecida a la del agua marina. Funcionan hidratando mejor el moco para permitir que se mueva con mayor facilidad.
Los lavados de gran volumen son más efectivos que las gotas o los aerosoles pues, estos últimos, aunque son portátiles y fáciles de usar, necesitan un uso más frecuente para conseguir la misma efectividad.
Corticoesteroides nasales en aerosol: son seguros para adultos y niños, y pueden usarse de forma continuada o sólo cuando sea necesario. Estos aerosoles reducen el moco y la hinchazón, pero no es hasta las dos semanas que empezaremos a notar los resultados.
En cuanto a su aplicación, viene dada en las instrucciones del empaque y consiste en: lavarnos las manos antes de usarlo, sonarnos la nariz para despejar el conducto nasal, agitar el envase e inyectar el contenido presionando el aplicador con la cabeza bien erguida, bloqueando la otra fosa nasal con el dedo. Hay que inhalar lentamente y repetir el proceso con la otra fosa nasal, evitando estornudar o sonarnos la nariz justo después de cada aplicación.
Antihistamínicos: se utilizan cuando los síntomas no duran mucho tiempo o son esporádicos, a ellos les hemos dedicado un artículo a parte. Los antihistamínicos nasales en aerosol operan bastante bien contra la rinitis alérgica.
Otros tratamientos para la rinitis alérgica
Por otro lado, ya en una categoría más médica, comentar que existen otros tratamientos, como:
La inmunoterapia de desensibilización: más eficaz cuando la rinitis alérgica es estacional y usada, principalmente, cuando los síntomas son graves, el alérgeno no se puede evitar o el tratamiento farmacológico es inadecuado.
La inmunoterapia sublingual: funciona colocando el medicamento bajo la lengua y se usa con rinitis alérgicas producidas por tipos específicos de polen: polen de la hierba, polen de ambrosía o extractos de alérgenos de ácaros del polvo doméstico.
La vacunación contra las alergias: si no podemos evitar el contacto diario con el polen, o nuestros síntomas son difíciles de controlar, también podemos echar mano de inyecciones regulares hasta alcanzar la dosis que nos ayude a controlar los síntomas.
Aunque estos tratamientos, en su mayoría, podemos adquirirlos sin receta en nuestra farmacia de confianza, es importante que sea nuestro profesional sanitario quien nos indique el tipo de tratamiento que debemos seguir, la frecuencia del mismo y su duración.