La cola de caballo es una de las plantas medicinales más antiguas que existen. Hace más de 400 millones de años, la cola de caballo ya ocupaba extensas hectáreas de terreno, cerca de fuentes o corrientes de agua.

Presente en Europa, Asia, África y América del Norte, es un arbusto perenne de tallos rizomatosos, estériles y fértiles.

Los tallos fértiles son tubos rojizos y cortos que no se ramifican, coronados por un cono esporífero de color pardo oscuro.

Los tallos estériles son tubos de color verde divididos por nudillos, de los que surgen sus finas hojas en forma de vainas.

Su nombre integra a una familia completa de plantas del género Equisetaceae (Equus: caballo y seta: crin), con múltiples variantes.

Su uso farmacológico lo acompaña en antigüedad. Pues, que conozcamos, el primero en alabar sus propiedades fue el médico, farmacólogo y botánico Pedanio Dioscórides, en el año c. 60 aproximadamente.

Como principios activos principales, señalar: sales minerales (potasio, magnesio, aluminio y manganeso), a y b caroteno, taninos gálicos, colesterol, trazas de alcaloides, saponósidos, ácidos (equisético, benzoico, caféico, ferúlico, p-cumarínico y fenólicos) y flavonoides.

 

Usos terapéuticos para la cola de caballo

 

El uso terapéutico de la cola de caballo comienza en la era Paleozoica y, actualmente, es una de las plantas medicinales más demandadas en el mundo entero, con posibilidades curativas que se siguen estudiando a día de hoy.

De entre las numerosas propiedades terapéuticas de la cola de caballo, destacamos:

Propiedades diuréticas: contribuye a eliminar el exceso de líquidos en nuestro organismo, lo que le confiere atributos adelgazantes, de depuración de toxinas, prevención y eliminación celulitis, granitos, eccemas, herpes y hongos. Previene la enuresis, la diarrea y problemas genitourinarios como: cálculos renales, infecciones urinarias, inflamación de vejiga o próstata, cistitis y uretritis.

Propiedades remineralizantes: nutre nuestro organismo con minerales que previenen la osteoporosis y las caries, estimulan las defensas frente a la tuberculosis, el raquitismo o la astenia, curan lesiones óseas y regeneran el tejido conjuntivo, contribuyendo a la cicatrización de heridas, la desaparición de marcas de la piel y la flexibilidad de los tendones y paredes vasculares. Fomenta la formación de colágeno, fortaleciendo uñas, piel y pelo, y evitando caspa, calvicie o canas. Y ayuda en épocas de cansancio, agotamiento, fatiga, convalecencia o anemia. Puede incluso controlar o curar hemorragias de heridas sangrantes, hemorragias nasales, úlceras cutáneas y menstruaciones abundantes o desequilibrios hormonales.

La Comisión Europea autoriza el uso de los tallos estériles de la cola de caballo, en los siguientes casos:

  • Vía oral, para el tratamiento de edemas postraumáticos y estáticos.
  • Como diurético, en terapéutica de lavado para afecciones bacterianas, inflamatorias o con presencia de arenilla en las vías urinarias.
  • Su uso externo, como complemento para el tratamiento de heridas de difícil cicatrización.

La cola de caballo presenta formatos muy diversos, como: jarabe, tintura, infusión, loción, polvo encapsulado, extracto seco, complemento alimenticio o incluida en múltiples productos de higiene, belleza o farmacológicos. Podemos encontrar varios de estos formatos, de venta libre en farmacias.

 

Contraindicaciones en el uso de la cola de caballo

 

Hay que tener mucha precaución a la hora de echar mano de plantas medicinales con fines terapéuticos.

Si nos somos especialistas en fitoterapia o farmacognosia, no cometamos el error de usar plantas medicinales sin asesoramiento previo de un profesional sanitario.

La mejor alternativa es preguntar al farmacéutico por la variante de cola de caballo adecuada a nuestra dolencia, e informarle sobre los posibles tratamientos farmacológicos que estemos siguiendo en el momento de pensar en recurrir a esta planta medicinal.

Las contraindicaciones de la cola de caballo incluyen:

  • No consumirla vía oral más de seis semanas.
  • No usarla durante el embarazo o la lactancia.
  • No aplicarla en niños menores de seis años.
  • No tomarla en caso de patologías cardíacas.
  • No consumirla si somos bebedores habituales de alcohol.
  • Evitarla en casos de mucosa gástrica irritada, insuficiencia renal, diabetes, tendencia a la tensión arterial baja o con niveles bajos de potasio en sangre.
  • No utilizarla si hemos tomado aspirina o antiinflamatorio (consultar con un profesional sanitario en caso de estar siguiendo algún tratamiento farmacológico).

Y, entre sus posibles efectos secundarios, encontramos: hipotensión, desordenes nerviosos, dolores de cabeza, arritmias, pérdida de apetito, disfagia, tenesmo o eritema.