Los antihistamínicos son medicamentos muy comunes que podemos comprar sin receta en nuestra farmacia de confianza. Generalmente, se usan para contrarrestar y aliviar los síntomas a diferentes reacciones alérgicas, persistentes o estacionales, como la alergia a los ácaros o el picor de las erupciones cutáneas provocadas por enfermedades como la varicela. Pero, a pesar de ser medicamentos seguros, si los usamos sin conocimiento, o abusamos de ellos, pueden acarrearnos riesgos significativos para nuestra salud.

 

¿Para qué sirven los antihistamínicos?

 

Los antihistamínicos son un grupo de fármacos que inhiben los efectos de la histamina y se utilizan, principalmente, para el tratamiento sintomático de enfermedades alérgicas  causadas por la acción de la histamina.

La histamina es una sustancia química fabricada y almacenada en células especializadas llamadas mastocitos, y en unos glóbulos blancos de la sangre llamados basófilos. Participa en muchos procesos fisiológicos, como reacciones alérgicas, y también a nivel del sistema nervioso central, decretando la sensación de hambre y los ritmos de sueño-vigilia. Estas acciones se llevan a cabo a través de cuatro tipos de receptores: H1, H2, H3 y H4. Aunque existen inhibidores específicos para cada tipo de receptor, el receptor H1 es el objetivo determinado para los antihistamínicos.

Existen unos cincuenta antihistamínicos actualmente en distribución, con efectos secundarios, metabolismo, perfil de interacciones y farmacologías distintas. Los antihistamínicos por vía intravenosa o intramuscular se usan como complemento de la adrenalina y los corticoides, en tratamientos de anafilaxia o choque alérgico generalizado.

Los antihistamínicos se unen a los receptores H1 sin activarlos, manteniéndolos en su forma inactiva, logrando que no originen reacciones alérgicas en la piel ni sobre la mucosa respiratoria. Presentan algunas propiedades antiinflamatorias, refrenando la liberación de histamina por los mastocitos e impidiendo reacciones alérgicas.

Desde el punto de vista clínico, los antihistamínicos se clasifican en:

  • Antihistamínicos clásicos o de primera generación: Fármacos que, aunque penetran bien en el sistema nervioso central y son poco selectivos en sus acciones, causan: sedación, somnolencia, efectos anticolinérgicos y aumento de apetito, por lo que pueden ocasionarnos problemas con el rendimiento escolar y laboral, o accidentes domésticos y automovilísticos. Su uso es para controlar los picores, la tos catarral, el insomnio o las rinoconjuntivitis alérgicas, entre otros. Y se trasforman con rapidez en derivados inactivos, por lo que deberemos tomarlos tres o cuatro veces al día; hay casos en que se inyectarán vía intramuscular o intravenosa. Los antihistamínicos clásicos más usados son: la hidroxicina, la difenhidramina y el dimenhidrinato, la clorfeniramina y dexclorfeniramina, la azatadina y la coproheptadina, el ketitofeno, la prometazina y la doxepina.
  • Antihistamínicos sedantes o de segunda generación: Mayormente, son derivados o análogos de los de primera generación, pero nos exponen menos en todas aquellas actividades que requieren mantener cierto grado de alerta. Pueden ser administrados en una sola dosis, pero no sirven para nauseas o mareos y, por el momento, no existen soluciones inyectables. Los antihistamínicos de segunda generación más usados son: levocetirizina, cetirizina, desloratadina, fexofenadina, ebastina, loratadina, bilastina, mizolastina, mequitazina y rupatadina. La acrivastina oral y la epinastina, siempre por vía oral o en colirio. Y, únicamente por vía tópica, en colirios o espráis nasales: azelastina, alcaftadina, levocabastina u olopatadina, bepotastina y emedastina.

 

¿Cómo y cuándo puedo tomar antihistamínicos?

 

 Los antihistamínicos son un tratamiento para contrarrestar los síntomas de la alergia, no para curar enfermedades, por ello suelen tomarse ‘a demanda’ y en función de los síntomas. Pero, para reacciones alérgicas muy persistentes puede ser más adecuado un tratamiento continuo o único que, además, pueda prevenir nuevos síntomas. Por ello, decimos que podemos tomar antihistamínicos:

  • Todos los días, para mantener los síntomas bajo control.
  • Sólo cuando surjan los síntomas.
  • Antes de que aparezcan los síntomas, anteponiéndonos a aquellos fatores que sabemos que los causan.

Es imperativo seguir las indicaciones de nuestro profesional sanitario de confianza antes de tomar antihistamínicos. La elección de un tratamiento continuo de antihistamínicos o a demanda, así como el tipo y la dosis exacta para cada persona, no podemos tomarla por nuestra propia cuenta y riesgo, debemos seguir las indicaciones de un profesional sanitario para evitar posibles complicaciones. Dicho profesional nos dirá:

  • El tipo de antihistamínico más adecuado para nuestra dolencia.
  • Si debemos tomarlo con agua, comida o bien en forma de gotas o spray.
  • Qué cantidad debemos tomar, cuántas veces al día y durante cuánto tiempo. Algunos antihistamínicos funcionan unas cuatro o seis horas, otros de doce a veinticuatro, y otros combinan con descongestionantes.
  • Con qué otros fármacos se pueden mezclar y con cuáles no. Por ejemplo, los antidepresivos, algunos remedios para la tos y los tratamientos para la úlcera están contraindicados.
  • Si tomar antihistamínicos es adecuado para la edad del doliente o no, sobre todo tener en cuenta los niños muy pequeños y los adultos mayores de sesenta y cinco años.
  • Qué antihistamínicos son los más indicados durante el embarazo o la lactancia.
  • Qué antihistamínicos producen mayor somnolencia.

 

¿Existen contraindicaciones a la hora de tomar antihistamínicos?

 

Ya hemos dicho que es imperativo seguir las indicaciones de nuestro profesional sanitario de confianza para tomar antihistamínicos, pero también es importante estar al tanto de algunos datos que nos ayudarán a evitar problemas mayores, por ejemplo:

  • Casi todos los antihistamínicos pueden interactuar con otros fármacos que usen las mismas vías metabólicas (antibióticos, antifúngicos, antihistamínicos H2, antidepresivos, antirretrovirales, etc.…).
  • Algunos pueden comunicarse con otros fármacos, afectando al trazado de un electrocardiograma (sobre todo en personas en tratamiento para arritmias u otras cardiopatías, antiparasitarios, inhibidores del vómito, neurolépticos y psicótropos, etc.…).
  • Es importante suspender la toma de antihistamínicos varios días antes de hacernos las pruebas de la alergia o podrían invalidar los resultados.
  • Los antihistamínicos potencian los efectos sedantes del alcohol, los tranquilizantes o los hipnóticos.
  • Algunos antihistamínicos deberíamos evitar tomarlos con según qué alimentos, por ejemplo: productos fermentados, verduras como la berenjena, embutidos crudos, frutillas, tomates o chocolate. La FDA (Food and Drug Administration), incluye ocho alimentos que debemos evitar, especialmente si tenemos anticuerpos específicos: leche de vaca, huevos, pescados, crustáceos, frutos secos, maní, trigo y soja.
  • Hablamos de fármacos que desarrollan tolerancia (cuanto más se toman, menos efecto hacen), por lo que pueden llegar a ser adictivos. 

Es especialmente importante consultar con nuestro profesional sanitario de confianza si:

  • Estamos pensando en dar antihistamínicos a niños menores de doce años de edad.
  • Estamos pensando en suministrar antihistamínicos a personas mayores de sesenta y cinco años, especialmente los de primera generación, por sus efectos sobre el sistema nervioso central.
  • Especialmente importante consultar qué antihistamínicos tomar durante la gestación, sobre todo hasta la octava semana. La hidroxicina, por ejemplo, se ha relacionado con la toxicidad fetal.